Domingo trece de marzo de 2011.
Hubiera sido un día cualquiera de pesca o de playa si no hubiéramos visto lo que vimos. No teníamos claro lo que íbamos a hacer y para comenzar decidimos acercarnos a la punta del espigón de Huelva. El día estaba lluvioso y la vista del mar en esas condiciones es muy atractiva. Desde el coche, a poca velocidad, íbamos disfrutando de esta espectacular carretera. A la derecha el mar abierto, con su oleaje desafiante y a la izquierda la quietud de la castigada ría de Huelva. En pocos minutos llegamos a una zona en la que el espigón se ensancha por la izquierda y donde unos carteles indican que se trata de una zona de anidamiento de charrancitos. Al final de estas estructuras se encuentra una balsa destinada a albergar los lodos del dragado de la ría, pero que lleva años llena de agua y de peces. Es un gran cerco de rocas que deja dentro y aislado un trozo de ría con todos sus habitantes. Vemos como en la otra orilla de la balsa hay maquinas y unas casetillas prefabricadas... Me daba la impresión de que habían comenzado a llenarla de lodo pues no se veía actividad de peces en un rincón junto a la carretera donde siempre hay lisas.
Estarán en el otro extremo, pensé. Seguimos avanzando cuando veo en el lado este de la balsa un enorme bando de gaviotas. Mis peores presentimientos se van confirmando. El lodo había sustituido casi todo el agua, de un extremo al otro de la balsa. En medio de la misma comenzamos a ver peces muertos en la superficie. No me lo podía creer. Cientos y cientos de peces muertos.
Llegamos al final del recinto y paramos para ver de cerca lo que estaba pasando, espantando con nuestra presencia a todas la gaviotas que se alimentaban de los restos de los peces. Había lisas muertas por todos lados, dentro y fuera del agua. Las aves se encargaron de esparcirlas.
Con un olor nauseabundo me acerqué al agua y comprobé que entre tantos cadáveres había peces vivos. Sin pensármelo saqué la sacadera del coche y me bajé por las piedras a pie de agua, perdón quise decir a pie de chapapote.
No era fácil acercarse a los peces. La desconfianza extrema de las lisas y las limitaciones de mi sacadera hacían que su captura no fuese nada fácil. A pesar de todo pude sacar una veintena de preciosas lisas que fui liberando en las limpias y oxigenadas aguas del mar.
Deambulando de un lado para otro en busca de algún pez con vida fui comprobando la magnitud de aquella matanza. Lubinas, bailas, doradas y sargos yacían dispersos por todos lados semienterrados en el lodo. La marea estaba bajando con lo que cada vez quedaban más al descubierto. Metí los pies dentro de aquel barrizal pestilente y descubrí que había cadáveres con una capa de lodo encima de medio metro. Al parecer a medida que habían ido muriendo y depositándose en el fondo se iban cubriendo con los sedimentos de los vertidos initerrumpidos que se han ido efectuado.
Lo que se veía desde fuera era un mínimo porcentaje del total. Seguía sacando peces, aquí y allá con mucha precaución pues las piedras estaban mojadas por la lluvia y no me apetecía nada caer en ese barrizal pestilente. Carmen no paraba de hacer fotos, aguantando la lluvia, el mal olor y la pena de ver peces moribundos fuera de nuestro alcance. Pasaban las horas y el cansancio hacía mella.
Estaba tenso, agobiado, agotado pero sobre todo indignado y enfadado. La impotencia de ver un pez tras otro encayados en el lodo a poca distancia de mi, muriéndose sin más y no poder hacer nada por sacarlos de aquel infierno minaba mi voluntad. Cuando agotado ya no podía seguir decidí llamar al 112. Me pusieron en contacto con un agente del seprona al que describí la situación. "Ahora mismo salgo para allá" me dijo. Mientras descansaba vi de nuevo una enorme lisa a unos cincuenta metros de mi y a unos veinte de la orilla que llevaba varias horas moviéndose agónicamente en el mismo lugar. No tardaría en morir y decidí intentar capturarla con la caña. Coloqué un gran streammer al que quité la muerte. La idea era robarla de la forma más delicada posible. Era algo traumático para el pez pero también su última oportunidad para salir de allí aunque fuera con un fuerte pinchazo en el costado. Me situé frente al pez y pude comprobar sus dimensiones.
Era una lisa de unos setenta centímetros y unos tres kilos de peso... bestial. Fue fácil clavar la mosca en un cuerpo tan grande a pesar de la distancia a la que estaba. Recuperé linea poco a poco. El animal se dejó arrastrar hacia mi sin problemas. Pude acercarlo a unos tres metros. Dios que bonito era. Al bajar por las piedras con la sacadera para hacerme con ella se asustó. Comenzó una carrera increíble nadando por el lodo, sacando metros y metros de linea. Era imposible parar a aquel animal, ni siquiera con mi caña del nueve y un bajo del 35. Sabía que si luchaba demasiado, después de las horas que llevaba dando vueltas sin cesar por el barrizal, no sobreviviría. Cuando se paró estaba a unos cuarenta metros de mí. Justo en ese momento el anzuelo se soltó... La lisa quedo varada a mucha distancia de la orilla y ya no se volvió a mover... Desolado me fui junto al coche para seguir sacando peces con la sacadera, pero no lo conseguí. Al rato llegó un agente de medio ambiente. Con una frialdad sorprendente me dijo que le habían dado el aviso de que pasaba algo en aquella balsa. Le expresé mi indignación ante aquel desastre y lo que argumentó me dejó fuera de juego y machacado moralmente. Dijo con toda la tranquilidad del mundo que los peces estaban muriendo por las lluvias..... El agua de lluvia cambia el ph del agua del mar causando muertes masivas de peces.......... Estupefacto por lo que acababa de escuchar miré al agente y le rebatí su argumento contundentemente. Entiendo esa teoría en otras circunstancias pero no allí. Aquello era tan evidente que la credibilidad del agente quedó por los suelos. Este tipo pretendía que me fuera para casa tranquilo, pensando que todo lo que había visto aquella tarde era algo normal. Mi nivel de indignación aumentó de tal manera que dejé de hablar a aquel insensato mostrándole mi radical discrepancia. Esperé la llegada del agente del serpona, que tardo un buen rato en aparecer. Cuando llegó me llamó por mi nombre y se mostró muy interesado por entender que es lo que estaba pasando. El agente de medio ambiente le contó la increíble versión del ph. La cara de poker del guardia civil lo decía todo. Con un gesto cómplice me pidió mi opinión. Tomó nota de todo lo que le dije. Entre una cosa y otra veo acercarse por la parte exterior de la balsa a un tipo que, mientras miraba los peces muertos, reía diciendo... "pues no me había dado cuenta... jajaja..." No entendía la actitud de este tipo que resultó ser el encargado de la empresa que estaba vertiendo los lodos en la balsa. Ni corto ni perezoso dijo que como los peces ya esaban muertos no había nada que hacer. Le dije indignado que era un tipo despreciable y que sí, que allí quedaban peces vivos todavía. Si daba dos pasos los vería con sus propios ojos. Dijo que no se iba a asomar y me reprochó que me había metido en una propiedad privada. Es lo que me faltaba por escuchar. El único cartel que allí había indicaba que aquello pertenece al Paraje Natural Marismas de Odiel...
Viendo el panorama y muy cansados decidimos poner tierra de por medio y marcharnos de aquel apestoso lugar. Nos despedimos del agente del seprona que seguía tomando datos de aquello y haciendo fotos. Gracias a Dios hacía bien su trabajo. Nos alejamos de allí mientras digeríamos poco a poco todo lo acontecido.
El lunes por la tarde me senté un rato delante del ordenador para ver las fotos y videos que hizo Carmen. Necesitaba verlas para comprobar que las malas sensaciones que tuve todo el día estaban provocadas por algo real. Viendolas reviví toda la pesadilla. No pude aguantar las lágrimas.
Estos acontecimientos dejan en evidencia las carencias e intereses de las administraciones y sus representantes. La actitud del agente de medio ambiente fue cuanto menos sospechosa. No tenía sentido y menos proviniendo de alguien que debe defender los intereses del medio natural por encima de todo. Para eso le pagamos, así sin más.
Está claro, es mejor presionar al usuario, al mileurista que sale al campo, haciéndole cumplir mil leyes. No es mas que una maniobra de distracción para tapar la verdadera realidad de una administración que no se atreve con los grandes agresores medioambientales. Mientras todos nos preocupamos por la veda del barbo y de qué manera podremos disfrutar de su pesca con unas normas que nos lo ponen difícil, mientras nos preocupamos por fomentar el captura y suelta y el respeto por las tallas mínimas, mientras recogemos las basuras que otros tiran, mientras fomentamos un trato respetuoso con los peces etc, etc, vienen otros con un barco, descargan lodo infestado de metales pesados en una balsa, matan miles de peces autóctonos y encima me dan palmaditas en la espalda para que me marche para casa. "Chaval, quédate tranquilo que todo esto lo ha provocado la lluvia"
Claro, es mejor no remover la mierda.
¡QUÉ VERGÜENZA!
A la salida del espigón, en las primeras balsas que hace años se llenaron con los lodos de la ría, han colocado carteles que dicen: Prohibido el paso, zona de cría de charrancillos.
Esta ave merece todos mis respetos, no menos que los miles de lisas, sargos, doradas, lubinas y bailas que algún día habitaron allí y que fueron enterrados vivos en el lodo.
Cortinas de humo...