Este domingo, tras recoger a Carmen del trabajo, escapamos para tomar un poco el aire. Había poco tiempo, pero las ganas de ver el campo nos empujaban a desplazarnos unos kilómetros a las orillas de un embalse cercano. Media hora de coche y ya estábamos disfrutando del nuevo paisaje que presenta este querido lugar para nosotros. La superficie pescable ha aumentado considerablemente con el agua acumulada, encontrándonos con varias colas llenas que desde hacía varios años no existían.


Con muchas ganas comienzo a escudriñar por la orilla y descubro con alegría que hay cierto movimiento. Carpas y barbos se reparten aquí y allí comiendo con algo de desconfianza pero dando signos de que están despertando a la llegada de la primavera. La verdad es que el agua está todavía un poco fría y eso se nota en el comportamiento algo ralentizado de sus habitantes.
En poco tiempo capturo un par de carpas y barbos con una montana clásica. La linea #6 garantizaba una cierta precisión a la hora de presentar la mosca a media distancia.

(Os recuerdo que, por estar en época de veda en Andalucía, los barbos deben ser devueltos al agua inmediatamente)

Con muchas ganas comienzo a escudriñar por la orilla y descubro con alegría que hay cierto movimiento. Carpas y barbos se reparten aquí y allí comiendo con algo de desconfianza pero dando signos de que están despertando a la llegada de la primavera. La verdad es que el agua está todavía un poco fría y eso se nota en el comportamiento algo ralentizado de sus habitantes.
En poco tiempo capturo un par de carpas y barbos con una montana clásica. La linea #6 garantizaba una cierta precisión a la hora de presentar la mosca a media distancia.

Mientras tanto, Carmen andurreaba detrás de mi, haciendo fotos a todo lo que nos ofrecía el despertar del campo en esta epoca después de unos días de sol.
Caminando y disfrutando del nuevo aspecto de este precioso lugar, veo como el cielo se va oscureciendo hacia el oeste. Una enorme nube de evolución se comienza a formar verticalmente. El cumulonimbo iba poco a poco tomando tales dimensiones que al cabo de media hora no dejaba entrar casi nada de luz en su parte inferior. El aire se enrarecía, los peces fueron desapareciendo de las zonas someras y las oportunidades para pescar se esfumaron. Comenzamos el regreso al coche cuando dentro de la nube se comienzan a ver resplandores que nos hacen acelerar el paso. En pocos minutos se desató una increíble tormenta con mucho aparato eléctrico, digna de ser vivida en medio del campo, aunque Carmen, mucho más sensata que yo, no opinaba lo mismo... Ya en la seguridad del coche, de vuelta por el carril, no puedo resistir las ganas de parar para hacer fotos de los rayos. Paramos, saco el trípode y comienzo a disparar una y otra vez, esperando que en el campo de enfoque se cruce algún relampago. La cámara sólo captó el deslumbrante resplandor del cielo en pleno apogeo.



Hasta pronto